Thursday, September 25, 2008

La “caviarización” de la blogósfera


El último grito de la moda en la blogósfera peruana es “adoptar a un congresista”, campaña iniciada por Rosa María (sic), y que ha resultado toda una fascinación cívica del ciudadano de “keyboard”. Tomando como sustento la Ley de acceso a la información pública, los bloggers peruchos, mouse en mano, han sufrido un arranque de civismo, de una, hasta hace poco desconocida, fiebre de responsabilidad ciudadana, que les permite irse a la cama pensando que han hecho la buena acción (digital) del día.

Creo que esta autodenominada campaña, más allá de las buenas intenciones (el mundo está lleno de ellas), parte de premisas cuestionables, y que de prosperar traería consecuencias perjudiciales.

¿El blogger es un ciudadano?
Pero no todo ciudadano es un blogger. No podemos decir que un blogger es un ciudadano cualquiera. No seas malo, pues. Para hablar en la jerga: un ciudadano al utilizar el blog como herramienta para ejercer sus derechos, se convierte en ciudadano “de otra categoría”, afianzando aún más las distancias dentro de la ciudadanía en el país. Ello obviamente hace que el “ciudadano de a blog” marque diferencias con el resto y, paradójicamente, ahonde la brecha digital. Es el bacán porque “adopta a un congresista” y, dado que pocos están vacunados contra el “figurettismo”, terminan construyendo una nueva especie, un zoom anti-otorongos, el más bacán de la cuadra. Me hace recordar a aquellos que firman comunicados y cartas de desagravio, y mientras estampan su nombre en la página 5 de El Comercio o de Peru21, se alzan como una autoridad moral que les posiciona, equívocamente, por encima de los cholos que compran El Bocón. Esta campaña, es una suerte de “caviarización de la blogósfera”, un elitismo que convierte una causa legítima –el acceso a la información--, en una práctica banalizada (“ay, a mí también me respondió el Congreso”).

¿Los blogs hacen evidentes los derechos ciudadanos?
De acuerdo, pero su objetivo no es ese. El blog es un medio de expresión…y de expresión de cualquier cosa. Entre ellas, los derechos ciudadanos. La tendencia del uso del blog se caracteriza por una lógica de buscar el escandalete. Como medio de comunicación “emergente”, pretende posicionarse apelando a lo que más llama a la atención pública (en este caso, la enésima crítica al Congreso). Más que “hacer evidente los derechos ciudadanos”, hace evidente el ego-trip del blogger. O sea, desde cuándo a acá me has resultado un ciudadano responsable tú, oe, que gorreas cable, que no cruzas las pistas por las esquinas, que conduces borracho, que botas el pucho de tu cigarro a la calle…no me vengas pues. Anda no más. Lo que se busca es hacer evidente tu blog (cosa que está bien). O sea, sinceremos la huevada…

¿Los blogs no pretenden reemplazar los sistemas de control?
Serías muy conchudo si quisieras hacerlo, por más ensayos pastrulos de democracia digital que hayas leído. Causita, mira a tu alrededor: o sea porque todos tus patas monses paran metidos en la computadora, piensas que estamos ante una nueva “era”. No me vengas con el rollo de la “era digital” y sus efectos en la democracia y en la participación ciudadana, cuando la computadora todavía es considerada como un objeto suntuoso, y cuando hay gente linchando a alcaldes.

La práctica hace la institución, sabías? Y resulta cuestionable que prácticas basadas en una brecha más entre los ciudadanos (tienes o no tienes blog, se superpone a otras “desigualdades sociales” que van desde el tienes o no tienes “padrino” hasta el tienes o no tienes DNI) puedan rutinizarse y terminar imponiéndose como “la norma”, a la que sólo acceden unos cuantos.

Me da la impresión que los bloggeros han pisado el palito del liberalismo político de Rosa María Palacios que bajo el supuesto de que todos los ciudadanos somos iguales (mentira, pues, a quién le quieres engañar), de que todos tenemos la misma capacidad de ejercer determinados derechos como es la mal llamada “vigilancia ciudadana”. ¿Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley? Más falso que beso de madrastra.

El liberal-Rosa-María tiene una fobia al Estado, porque solo ve “ciudadanos con derechos políticos” y “economía de mercado”, cuando es precisamente la garantía de la estatalidad (de que las instituciones estatales de control funcionen, por ejemplo) lo que garantice que hasta el ciudadano analfabeto pueda acceder a un bien público como es la información. Se trata de construir instituciones estatales y no de decir que no funcionan. Se trata de mejorar la representación, y por lo tanto de no confundir a la institución (el Congreso) con los ciudadanos que ejercen ineficientemente los cargos de representación (algunos congresistas).

Yo sé que es bacán decir “este otorongo es un corrupto”, es un “comechado”, de vacilar a tu legítimo representante aunque “la cara no le ayude” (“ay, por Dios, como esta anticuchera puede ser congresista cuando ni siquiera sabe hablar”, CB), de poner tu post sobre tu “adoptado”, pero terminas replicando prácticas anti-políticas, las mismas que criticabas al fujimorismo. (Por eso es que el liberalismo chato se llevaba bien con el “chino-rata” pues, o ya no te acuerdas? Uyuyuy….). Porque en vez de exigir órganos intermedios de representación y mediación (partidos políticos, por ejemplo) y de politizar los problemas de crisis de representación y de ineficiencia de la función pública, se apela a la privatización del problema, se anti-politiza, se vuelve “causa ciudadana” entre el bloggero y el representante, en una cuestión casi casi personal, que está condenado a morir en la carpeta “trash” de tu disco duro, ahí donde descansarán eternamente junto con los spam.

Qué garantizaría que la fiscalización a los gastos congresales se institucionalice? No tu blog, pes hermano, por más que tengas miles de entradas al día; sino un afianzamiento de la institucionalidad estatal. El ciudadano, por más blogger o caviar que sea, no puede arrogarse individualmente funciones que deberían estar institucionalizadas o mediadas. El creer que existe un super-ciudadano en realidad es marcar más las diferencias entre los unos y los otros.

Y finalmente –ahora me pongo en plan de analista de “estudios culturales”—no me digan que no hay un halo “paternalista” en el nombre de esta campaña de “adopción”. Fungiendo de analista de discurso, creo que la palabra “adopción” se usa para referirse al desvalido, a aquél que carece de protección y que por lo tanto está en una situación de desventaja, inferior, del que adopta. Por eso se adopta a niños huérfanos, a perros de la calle, etc. Fíjense la contradicción: el “padre de la patria” resulta “adoptado”. Claro pes, por eso es que abundan expresiones del tipo: “cómo es posible que ésta (sic) pueda ser congresista”, “ni siquiera la he visto en pelea de perros”, “ni siquiera sabe hablar bien el español y ya es congresista”, etc… Hay pues su cuota de “dedo en la nariz” y de “desprecio social” hacia quienes los peruanos hemos elegido como nuestros representantes, queramos o no. Eso es la democracia, estimados amigos, ahí donde todos los ciudadanos, bloggeros, periodistas, analfabetos y anticucheros, somos iguales ante el ánfora de votación, y no ante el monitor de una computadora que sólo una parte del país tiene (y no me vengas con el rollo de las cabinas de internet, por Dios).

Actualización:

Han salido varias respuestas a este post, de las que resalto la de Pepi Patrón en La República y de Gonzalo Gamio en su blog. Espero tener tiempo pronto para responder.

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