Saturday, September 25, 2010

Baylycito

El domingo pasado, en su programa televisivo, Jaime Bayly hizo referencia a mi columna anterior "No se lo digas a Bayly", tergiversando mis críticas a su comportamiento en la actual campaña electoral. Los que leyeron mi columna -que es una ínfima proporción en comparación con los televidentes de El Francotirador- pudieron darse cuenta de la manipulación de mi argumento. Mis críticas a Bayly no apuntan a que apoya a determinada candidata y ataca a otra (lo cual me parece válido); sino a su rol legitimador del espionaje telefónico y a la inconsistencia de un autodenominado liberal que vulnera la privacidad de otros ciudadanos a su antojo. Quizás es lo primero lo que me parece más grave, pues apunta hacia la consolidación de un sistema político extremadamente sensible a los espías a sueldo.

En ese sentido, reafirmo mi preocupación (que el periodista caracterizó como "apocalíptica") porque el "chuponeo" (esa perversa herencia del autoritarismo) se mantiene como una práctica vigente no sólo empleado en la política (ya sea para ampayar a corruptos o para chantajear a amantes descubiertos), sino también en la actividad privada. ¿O es que acaso algunas empresas mineras no "chuponean" a dirigentes sociales involucrados en protestas? ¿O es que los asesores de inversiones no son ahora "expertos en seguridad"? Lo que se está construyendo es la política del escáner, una "democracia" tutelada por services de agentes privados de "inteligencia", capaces de tumbarse a cualquiera con un audio. ¿Es éste el sistema político que quisiera realmente Bayly?

Qué dudas caben de que Bayly es el periodista más influyente del país en estos momentos y se ha convertido en la analogía del presidente García en el reino de los media-stars. Así como García se ufana de tener el poder de vetar a sus posibles sucesores en Palacio de Gobierno, Bayly maneja a control remoto quiénes pueden (o deben) ser conductores de televisión incluso en canales de la competencia (léase el caso Beto Ortiz). Sin embargo, la silla giratoria del set de Frecuencia Latina le permite a Bayly renovar cotidianamente la fidelidad de sus seguidores, quienes aplauden acríticamente la política de la chacota.

Bayly sabe de la responsabilidad que conlleva su privilegiada capacidad de influencia, pero se hace el gil. El meollo del asunto no es la disputa entre Susana y Lourdes; ni tampoco que convierta el debate político en un show circense Tongo-céntrico. El tema de fondo es, mi estimado Zavalita de Conversación en La Baguette (de ahí lo de Baylycito, por si acaso), que el país se jode una vez más (insisto) cuando a los representantes no los elige la ciudadanía, sino las mafias detrás de los interceptadores telefónicos. Esos a los que prestas los parlantes que llegan a tu teleaudiencia.

Publicado en Correo, 25 de Setiembre del 2010.

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Saturday, September 18, 2010

No se lo digas a Bayly


Vivimos en el Perú post-SIN. Llevamos 10 años de cámaras secretas y teléfonos chuponeados, y Bayly se encargó de ponerle la cereza a la torta de celebración con los audios de Lourdes Flores.

El SIN era una gran central de "inteligencia" que monopolizaba los recursos para el espionaje (desde interceptadores telefónicos hasta agentes encubiertos). Era, como se sabe, la columna vertebral del autoritarismo fujimorista, y su lado más perverso. Cuando el régimen colapsó, la estructura del SIN explosionó: agentes, escáner en mano, huyeron despavoridos a refugiarse hasta que pasase el roche. Luego, con el ex jefe en prisión, decidieron crear sus propias pymes del espionaje que tan alegremente llaman "services". Ahora constituyen todo un mercado de información obtenida ilegalmente al servicio de políticos, empresarios, periodistas o cualquiera con el dinero para acceder al dato caleta que pueda tumbar al adversario o al antipático de turno.

Quién se iba a imaginar que aquellos agentes hijos putativos y herederos de Montesinos, terminarían prestando servicios al francotirador de la televisión peruana quien, cegado por sus caprichos personales, termina empleando y legitimando el uso del espionaje en el periodismo y en la política. Obviamente que Bayly conoce la procedencia de este tipo de "fuentes". No quedan dudas de que él es consciente del perjuicio a las reglas y normas del juego democrático. Claro que sabe que le hace el juego a estos agentes privados del "chuponeo" telefónico. Pero la competencia política justa y equitativa de una contienda electoral le importa mucho menos que sus afanes personales. ¿Así se considera presidenciable y se jacta de liberal alguien capaz de vulnerar los principios básicos de la ciudadanía como el derecho a la privacidad?

Lamento profundamente que nuestra democracia se convierta en el títere de "hacendados" del siglo XXI para quienes la política y la televisión son su chacra, y de espías a sueldo disfrazados de asesores y lobbistas. Pero me preocupa aún más la vista gorda de un gobierno que convive feliz con los legados del autoritarismo, como si finalmente no le importara que se constituyan "agencias de seguridad" paraestatales. Esta triste historia de falsos demócratas convierte al espía a sueldo en el actor secundario que se roba -literalmente- el show y convierte a nuestro país en una democracia "chuponeada".

Vivimos en el Perú de Jaime Bayly, salvo que los reflejos democráticos ciudadanos, incluyendo a los profesionales de la indignación (hasta ahora callados porque todo esto beneficia a su candidata), sean el mejor dique ante este huaico terrible de actos ilícitos que tergiversan las preferencias electorales y el juego democrático. Éste es uno de los momentos de la historia en que el Perú se jode una vez más, Baylycito; y esta vez con tu autógrafo en portada.

Publicado en Correo, 18 de Setiembre del 2010.
Imagen: Alvaro Portales

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Saturday, September 11, 2010

¿Y las elecciones regionales?

El 2002 se realizaron por primera vez elecciones regionales en nuestro país. La descentralización estaba en boca de todos: zurdos y de derecha, los de arriba y los de abajo, los del centro y los de la periferia. Las demandas por democratización hacia el final del gobierno autoritario de Fujimori en el "interior del país" estuvieron muy influenciadas por la agenda descentralista. Al restablecerse la competencia política, no sólo los partidos tradicionales volvieron al Congreso, sino también a la esfera regional. Recordemos al APRA ganador en 12 gobiernos regionales. Hoy, aquel día parece muy lejano.

La opinión pública nacional -centralista, limeña, de cara a la Costa Verde y de espaldas al país- se ha ensimismado en la elección de la alcaldía metropolitana, y las pullas entre lourdistas y susanistas ganan las primeras planas de los diarios y los noticieros. Sabemos cómo van las preferencias en distritos como Miraflores y Magdalena, pero no quiénes son los favoritos para gobernar los distritos y provincias con mayor canon minero, o las zonas donde el narcotráfico arrecia. ¿Quién ganará en Bagua, en Ilave, en Moquegua? Ni siquiera sabemos qué pasa en Huacho.

En las elecciones del 2006, los partidos retrocedieron en las regiones. El APRA obtuvo 2 de las 25 gobernaciones (sólo pudo reelegirse en una), y ningún otro partido nacional logró alzarse con la victoria. Si a ello le sumamos el bajo respaldo con el que triunfaron presidentes regionales (como el de Puno, por ejemplo, con sólo 19%), la política regional quedó al abandono y en manos de outsiders locales, "líderes" por defecto sin proyecto político más allá del sueldo de los suyos, y sin mayor norte que ver la manera de sobrevivir a los cuatro años de gestión. Tengo la impresión de que el desarrollo desigual del país no sólo se debe al centralismo del Ejecutivo y su política económica, sino también a la ausencia de una clase política regional de envergadura que acompañe, guíe y pugne con criterio los recursos de sus localidades.

La segunda vuelta regional -inútil para garantizar legitimidad pero perfecta para que el APRA sea finalista en la mayor cantidad de jurisdicciones- evidenciará las polarizaciones subnacionales existentes (entre los afines a la extracción de recursos naturales y sus críticos movilizadores), la receptividad de estrategias clientelares (cuando los márgenes de votación son estrechos y decisorios), y la debilidad de las organizaciones nacionales, incluyendo al partido de gobierno (se prevén finales entre movimientos regionales y partidos nacionales). Mientras seguimos el celebrity deathmatch en que se ha convertido la disputa por el asiento de Nicolás de Ribera, el Perú -ese país cercano a Lima- sigue fragmentándose. Pero no importa: ¿o sí? Consecuencias del centralismo-ombliguismo-pensamiento La Baguette.

Publicado en Correo, 11 de Setiembre del 2010.

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Saturday, September 4, 2010

¿El electorado al revés?

Se parte del supuesto de que los sectores populares suelen ser de izquierda y de que las clases acomodadas del signo opuesto. Por ello, sorprende el respaldo de Villarán en los sectores A y B, y el dominio de Flores de C para abajo. Pero pocos notan que el signo ideológico es sólo una de las dimensiones de la competencia política y no basta para ordenar las preferencias electorales en términos de clases sociales. Existen otras dos dimensiones: la clientelar y la personalista, que permiten comprender mejor este aparente "mundo al revés".

El comportamiento electoral de los sectores urbano-populares suele ser muy sensible a las ofertas clientelares. Existe una larga tradición populista (desde Odría) que traduce la política en beneficio concreto. No es que los sectores populares hayan sido altamente ideologizados por el socialismo y el comunismo en los ochenta, sino que los alcaldes y operadores políticos de izquierda tenían una agenda concreta para este sector: organizaciones de invasiones y AA.HH., habilitación urbana, títulos de propiedad, servicios básicos, asistencialismo alimentario. No es casual que esta misma agenda fuera continuada por el fujimorismo neoliberal. Los sectores populares, antes que ideologizados, buscan el bien inmediato, sobre todo aquellos con necesidades urgentes. La insistencia contumaz de Villarán con el programa asistencialista del Vaso de Leche (tan asistencialista como los comedores populares fujimoristas) es su carta para avanzar en este segmento. Flores se apoya en la maquinaria de sus alcaldes distritales, pero carece de una propuesta atractiva propia para dar la pelea en este sector.

Ante la ausencia de un debate programático (en teoría decisivo en las clases educadas), la dimensión personalista es la que mejor ordena el comportamiento electoral en las clases altas. No creo que los sectores A y B se hayan vuelto más sensibles socialmente (siguen construyendo casas tan ostentosas como para que resurja Sendero), sino que apelan a cierta identificación de clase. Villarán de la Puente finalmente es GCU, es la tía buena gente que además se da una vuelta por los cerros. Flores ha quedado descolocada y su identificación se restringe a sus orígenes clasemedieros (fuerte en C). Si sumamos a ello el ánimo antipolítico heredado de los noventa, Flores aparece desgastada, trajinada, con una trayectoria empañada por las acusaciones de deshonestidad. Mientras que Villarán, de mayor edad que Flores, aparece paradójicamente con la imagen de "renovación"; pero si no fuera por la tacha a Kouri y el apapacho de Bayly, seguiría siendo tan desconocida como caviar en pueblo joven.

El electorado no está al revés sino en el sitio de siempre. Pero finalmente son los candidatos quienes moldean las preferencias. Una Flores más agresiva y una Villarán acusando los golpes de la política electoral podrían revertir las tendencias.

Publicado en Correo, 4 de Setiembre del 2010

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