Saturday, December 25, 2010

El analista Zandrox

piden chamba de Zandrox y todos respondemos corriendo. Josie y Pochita nos dan vuelta y media. Al menos ellas leen cartas, tarots, hojas de coca y hasta los granos del café. Los analistas, ni una moneda al aire siquiera. Entramos en trance intelectual y leemos la mente de millones de peruanos. (Tanto libro debe hacer daño). Hasta ahora no comprendo de dónde vienen estos poderes sobrenaturales. ¿En qué curso del posgrado, en qué circunstancia dramática de la experiencia política o bajo qué lección de la universidad de la vida se aprende a visionar el momento en que millones de peruanos van a las urnas para tomar una decisión presidencial? ¿Alguien me explica por qué los analistas nos morimos por encarnar a Nostradamus y nos felicitamos cada vez que nos sale un champazo cada mil quinientos intentos?

¿Cuáles son los tips para convertirse en un analista Zandrox? En primer lugar, la historia. Se selecciona convenientemente un par de hechos históricos que validan el argumento que se quiere justificar. Una cita a Haya, Velasco o más recientemente Belaunde. Recomendación: ser trágico. El futuro siempre va a ser peor que el pasado. No tiene pierde. En segundo lugar, la economía. Echarle la culpa a la concentración de la riqueza y preguntarse en voz alta por quién van a votar los pobres y excluidos. (Palmas en graderías). Respuesta: el outsider, claro. En tercer lugar, la cuota elegante de sicología de autoayuda. Hablar de los egos colosales de turno. No olvidarse de Punta Sal. Si nuestro analista se computa más sofisticado (digamos que hace sudokus con su base de datos), cree que con un par de correlaciones estadísticamente significativas ya la hizo linda. Igual sirven de poco los números ante la volatilidad peruana. Y cuando al final no nos ligue nada de esto, sólo queda decir que el Perú es un caso único, y cubrirlo de un halo de excepcionalidad. Perder es cuestión de método y ser analista Zandrox también.

No nos crea, estimado lector, en los vaticinios electorales. Porque finalmente, como cualquier juego de fútbol, son 11 contra 11 en el gramado, y cualquier cosa puede pasar. ¿Es así de impredecible nuestra política? Cada vez lo es más. Cuando no hay partidos, ni desarrollo institucional, ni representación política, hay más margen para el azar. Y ahí no hay analista que valga. Cada vez se puede decir menos. Porque en nuestro medio si algún candidato da el salto del 5% al 10% de las preferencias, se puede convertir en un tsunami. Fujimori en 1990, Toledo en el 2000, Villarán hace unos meses. Todo depende del humor de los veraneantes.

Publicado en Correo, 25 de Diciembre del 2010.

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Saturday, December 18, 2010

La ingenuidad de Vargas Llosa

El Premio Nobel de Literatura tiene un poder. No puede hacer Presidente al que él quisiera pero sí puede evitar que sea Presidente quien él no quiere. Vargas Llosa, Alan García, Jaime Bayly o cualquier "ego colosal" de nuestro medio puede encontrar la retórica perfecta para justificar sus preferencias políticas e imponerlas como las verdades absolutas de la política peruana. En sus recientes declaraciones -que hará todo lo que la democracia le permite para impedir que Keiko Fujimori salga elegida Presidenta-, Vargas Llosa no duda en mostrarse intolerante ante las posibles preferencias del electorado que democráticamente puede demostrarle -otra vez- que el Perú real es muy distinto al que construye en sus ficciones literarias y políticas.

El autoritarismo y los delitos comprobados del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000) han sido procesados eficientemente por la propia justicia peruana. Están en la cárcel quienes deberían. Pero el fujimorismo como proyecto político tiene un espacio vigente en la arena política queramos o no. Y no me refiero solamente a la concentración del poder, a un régimen sin balances. Si consideramos a Keiko una simple "hijita de papá", no vemos lo que hay detrás: un 20% sostenido que reconoce al apellido oriental los méritos que muchos callan, como la presencia estatal en el territorio nacional (aunque arbitraria), la redistribución (aunque clientelar) de beneficios concretos a los sectores excluidos y la garantía de un orden (aunque coercitivo). La ingenuidad política de Vargas Llosa subestima ese "fujimorismo social". Sus declaraciones pueden terminar polarizando innecesariamente (y muy temprano) la contienda electoral entre fujimorismo/antifujimorismo.

Precisamente en "Una gran ingenuidad": El movimiento Libertad 1987-1989 (Mitin y 50+1; 2010), José Carlos Requena pasa revista al periodo formativo del movimiento que liderara Vargas Llosa en los ochenta resaltando sus fallas de origen: pretender hacer política evitando las reglas propias de la política, hacer de la política un ejercicio intelectual y no una práctica realista. El libro de Requena -que llena un vacío en los balances de la política ochentera- describe con detalle las expectativas y el fracaso de lo que pudo ser el primer partido liberal del siglo XX y que terminó en un "espejismo ideológico". ¿Hasta qué punto son estos espejismos ideológicos los que nublan a nuestro primer Nobel de un accionar político más audaz? ¿Hasta qué punto reducir el fujimorismo a su dimensión corrupta y autoritaria puede resultar contraproducente en una sociedad que extraña la "inclusión clientelar" de los noventa luego de una década de crecimiento excluyente? ¿Hasta qué punto nos hemos contagiado de la ingenuidad vargasllosiana que nos impide superar los males de la política peruana desde la raíz y no impostando un "deber ser" elitista?

Publicado en Correo, 18 de Diciembre de 2010.

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Saturday, December 11, 2010

Alianzas sin partidos

Ya es sentido común: vivimos en una democracia sin partidos, es decir, no existen organizaciones políticas con presencia territorial y con asentamiento más allá de algunas ciudades principales (si acaso). Sabemos qué no tenemos; no sabemos aún con precisión qué es lo que existe. ¿Qué es una democracia sin partidos? ¿Cómo es hacer política con emblemas, con nombres, con imágenes antes que con idearios, con estructuras de conexión y con militantes? ¿Cómo se forman las alianzas electorales bajo estos términos?

Si los partidos son en la práctica reuniones elitistas de operadores políticos con distinta suerte que carecen de vínculos con la sociedad, la capacidad de moldear el escenario está sobre todo en las manos de los propios actores. Ante la ausencia de organizaciones intermedias, de relaciones estrechas con la ciudadanía, los actores divorciados de la sociedad tienen un margen de maniobra tan amplio como exclusivo a sus voluntades. Ejemplo: las alianzas políticas no son acuerdos de las bases (éstas son la extensión de pequeños feudos personales al interior de los interesados seguidores), sino tratos pragmáticos creados en torno a conveniencias políticas, considerando simpatías y antipatías personales, y los pronósticos sobre el humor veraniego del electorado peruano.

Dentro de esta dinámica, alianzas electorales aparentemente incomprensibles (lo que algunos llaman "sancochados") tienen una lógica pragmática supeditada a la realpolitik de la valla electoral antes que a la coherencia ideológica en un país -mano en el pecho- donde los programas políticos no importan tanto como los programas televisivos. Pero claro, los analistas-dedo-meñique sancionan que los "partidos tradicionales" no tengan candidatos propios, cuando son los que leen más estratégicamente el signo de los tiempos (que los peruanos votamos por independientes) e invitan a potenciales outsiders (Aráoz, "Nano" Guerra García) a pasar por las armas de la democracia interna (en algunos casos un mero formalismo, en otros un ejercicio en ciernes) antes que tentar el sueño de la candidatura propia. Quizás por esto mismo aún sobreviven a pesar de tantas decepciones en el conteo de los votos.

En el mundo de las alianzas sin partidos, los personalismos se exacerban, las apuestas asumen más riesgos, el horizonte político se limita a los cuatro eternos meses de campaña, y no hay vida más allá de abril (o junio, en el mejor de los casos). Esto no sería sorprendente si es que la política no se redujera solamente a la sobrevivencia electoral y a la reducción del ciudadano en un simple elector. Después cada quien para su casa hasta las próximas elecciones. Luego se quejan de la desafección por la política.

Publicado en Correo, 11 de Diciembre del 2010.

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Saturday, December 4, 2010

La Iniciación de la Política

Hay dos formas de ver la política desde la academia. Por un lado, se puede pensar la política como un fenómeno "vasto" en el que democracia y desarrollo son dimensiones inseparables al momento de explicar lo que sucede en el país. Por lo tanto, no se puede entender la política sin volver a la historia, a la economía, a las influencias internacionales, a las estructuras que marcan dramáticamente el destino del país. Por otro lado, se puede pensar la política de forma más "acotada", en la que los resultados políticos tienen que ver principalmente con los actores, sus decisiones y las reglas de juego que producen incentivos y obstáculos para el comportamiento político. Contexto y coyuntura importan más que los determinismos históricos y económicos. ¿Cuál es la visión que más ha predominado al momento de analizar la política peruana? ¿Han sido los analistas "estructuralistas" o "politológicos"? ¿Es una visión más "comprometida" políticamente que la otra? ¿Hay supuestos ideológicos detrás de estas preferencias?

Éste es el debate que Alberto Vergara y yo queremos plantear con La Iniciación de la Política. El Perú político en perspectiva comparada (PUCP, 2010), texto que reúne además 13 estudios de politólogos peruanos que "casualmente" estudian y trabajan fuera del país (Estados Unidos y Europa). Los temas que se abordan son diversos. Desde los convencionales tópicos politológicos como régimen político, sistema de partidos, representación política y cultura política (este último desde una perspectiva científica y no subjetiva ni metodológicamente débil como la que practican los estudios culturales), hasta temas en los que hacía falta una aproximación genuina desde la ciencia política, como la naturaleza del Estado, los conflictos sociales y el debate sobre los movimientos indígenas. La unidad de los textos permite disputar por primera vez la lectura del país que hasta el momento ha privilegiado miradas sociológicas e históricas con un fuerte legado voluntarista (salvo excepciones).

La Iniciación de la Política es también un libro de texto para los que se inician en los estudios políticos. El capítulo sobre el Perú como tema de estudio (y su contribución a la producción politológica general) y el metodológico están pensados especialmente con un afán pedagógico. Precisamente por eso, no resulta casual tampoco que esta producción se enmarque en un momento de renovación de las ciencias sociales, con la emergencia de la ciencia política como disciplina independiente y distinta.

Aprovecho esta columna para invitar a los lectores no sólo a leer La Iniciación... sino también a participar del debate. La presentación será este jueves 9 de diciembre en el Centro Cultural El Olivar de la Municipalidad de San Isidro.

Publicado en Correo, 4 de Diciembre del 2010.


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