Monday, December 10, 2012

Fallos y partidos


La fase oral en La Haya se ha iniciado, con lo que la demanda de límites marítimos entre Perú y Chile ante la Corte Internacional de Justicia entra a su etapa decisiva. Hasta el momento, los equipos diplomáticos han sido los protagonistas en la preparación de los alegatos. Pero una vez que empiezan a develarse las estrategias, los efectos del proceso y la asimilación de los fallos, la iniciativa recae en los partidos políticos.

A pesar del creciente desencanto ciudadano (protestas estudiantiles y un 60% de abstención en las recientes consultas municipales), Chile se sostiene en una política partidarizada. Después de la dictadura de Pinochet, ha consolidado un sistema basado principalmente en dos alianzas multipartidarias. La derechista (ex Alianza) Coalición (formada por la UDI y por Renovación Nacional) y la opositora Concertación (bloque centroizquierda). Aunque en la última campaña presidencial surgió una tercera fuerza electoral (encabezada por Enríquez-Ominami), los dos frentes mencionados estructuran todos los rincones de la política chilena, incluyendo su diplomacia.

A diferencia de la dispersa política peruana, los partidos chilenos están cohesionados en torno a criterios ideológicos, habilitan patrones ordenados de carrera política y son espacios de socialización de sus cuadros. Se constituyen en intérpretes que comunican mensajes digeridos a sus electores. El mayor porcentaje de informados sobre el diferendo marítimo en el país sureño tiene que ver con esta virtud política. De acuerdo con la encuesta binacional realizada por GfK un 18% y 33% de chilenos se sienten “bastante” y “algo” informados, respectivamente, contrastando con un 3% y 21% de peruanos en los mismos rubros.

La reunión de ex presidentes chilenos con Piñera –interpretada por el optimismo peruano como un reflejo nervioso— es sobre todo un gesto de unión de esta élite (ya sea un control de daños anticipado o no) que la peruana no ha logrado replicar más allá de declaraciones aisladas. El hecho que el fujimorismo insistiera en distraer al canciller Roncagliolo en el Congreso es sintomático de la ausencia de un sentido común compartido entre oficialismo y oposición.

La clase política peruana estaría preparada principalmente para administrar un fallo favorable. Se hablaría de otra “isla de eficiencia” (Torre Tagle) y se demostraría paradójicamente las “virtudes” de los personalismos (Wagner-García Belaúnde-Roncagliolo juegan de memoria) en un dominio (la diplomacía) donde las componendas políticas no han mellado la calidad profesional. Probablemente el presidente Humala alcanzaría más popularidad que su esposa. Un resultado insatisfactorio ahondaría en la desconfianza ciudadana y sería aprovechado por oposiciones (sistémicas y extrasistémicas) para hacer leña del nacionalismo caído.

En un año electoral en Chile, un fallo en contra de sus intereses tendría consecuencias en el juego interno. Pese a que la responsabilidad de la defensa es compartida por concertacionistas y el oficialismo, la cuerda se rompe por el lado más débil: la pobre popularidad de Piñera (30%). Paradójicamente, bajo este escenario, a los peruanos les tocaría confiar en que la élite partidaria sureña  controle sus exhabruptos nacionalistas y demuestre que su creciente delegitimación social no ha afectado su categoría.

Publicado en El Comercio el 4 de diciembre del 2012.

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