Wednesday, January 9, 2013

Lo que nos queda


Un análisis sistemático de los hechos del 2012 nos puede ayudar a develar las principales características del funcionamiento de la política peruana. La ausencia de partidos enraizados no nos ha conducido al desgobierno, todo lo contrario. El Presidente Humala goza de una mediana popularidad, la primera dama es la figura política con más futuro y los peruanos pasaremos el almanaque con más expectativas que pesimismos.

Considero que el actual gobierno viene ensayando un perfil propio tratando de guardar distancia con el modelo del piloto automático. El poder bicéfalo –qué dudas caben— consiste en el presidente Humala en el rol de policía malo (del provocador “Conga Va” al reflejo primario de los estados de emergencia) y en Heredia perfeccionando la sonrisa Kolynos ante las cámaras (de la mano de “sus” ministras sociales).

La vía de la mano dura demostró su caducidad. Valdés Dancuart, su “ministro símbolo”, fue expectorado sin pena ni gloria. Las carteras de orden interno han deambulado sin norte político. La apuesta militar en el VRAE ha sido a todas luces un fracaso. Solo cuando se le puso más “rostro social” (por ejemplo, Beca 18 en los valles cocaleros) la situación empezó a mejorar. Heredia comprendió que tenía que ser menos groupie de estrellas de paso y más “motor y motivo”. Quedó claro que no se necesita un Primer Ministro autónomo (Lerner, Valdés) sino uno que reconozca y asuma su lugar en la casa (Jiménez).

La principal oposición sigue siendo la conflictividad social. El hecho de que las tensiones hayan disminuido no nos debe hacer pasar por alto el dolor por los fallecidos (civiles y fuerzas del orden) y la bronca acumulada por la indiferencia estatal (Espinar, Conga). El gobierno pretende reconquistar a su electorado perdido a través de políticas sociales que empiezan a satisfacer a miles de compatriotas (a quienes Usted solo puede ver por televisión nacional). La inclusión de Huaroc  en la PCM es un signo positivo (por su experiencia política), pero aún aislado ante el déficit de cuadros políticos y una embrionaria tecnocracia social.

La principal amenaza es los nuevos Sendero. El pensamiento radical y antisistema se viene aglutinando con una fortaleza que provoca envidia en los partidos democráticos. Mientras MOVADEF demuestra cambio generacional, nuestros expertos en la materia no saben cómo reaccionar ni política ni intelectualmente. La academia está más preocupada por justificar y/o atacar posiciones ideológicas contrarias (“caviares” y “DBA”) que por comprender este país que avanza económicamente con una democracia zigzageante.

Nos queda una mediocre estabilidad política. Porque la conflictividad y la informalidad (antónimos de modernidad y progreso) son los problemas estructurales que no se resuelven con pastillas para el dolor de cabeza, sino con un proyecto político que contenga interpretación de país y lineamientos a largo plazo. Esa materia gris y visión política no abundan en Palacio, pero tampoco en universidades ensimismadas en sus pugnas con curas y con senderistas. Siempre nos queda un golpe de suerte. Es que Dios es peruano, ¿no?

Publicado en El Comercio, el 25 de Diciembre del 2012.

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